Cuerno, cruasán. Bueno, con lejía: Laugencroissant.
Le saco cuando menos 7 años, en este momento por cierto son ocho, cumple años menos de dos meses antes que yo.
También un arroz con leche, con canella, el de cereza me provoca diarrea.
Dos años, primero practicante luego todo profesional, y ahora se marcha. Admiración, pero no me olvido de que soy ante todo envidioso. Está contento y argumenta dos cosas.
El cruasán en una bolsa, pero hay que tener cuidado al dejarla sobre la mesa, la grasa puede atravesar la bolsa de papel.
Primero, que quiere correr riesgos antes de que envejezca mucho.
El arroz con leche está pasado. Espero que no me provoque diarrea. Sabe malísimo.
Segundo, que muchas habilidades suyas están fuera de uso en el trabajo actual y es frustrante.
El cuerno ha de esperar a la hora del almuerzo. Tal vez deba decirle a la señora sobre el arroz con leche.
Es admiración, creo que se lo he dicho al menos indirectamente. Con lo inteligente que es, supongo que sabe interpretar mis desvaríos.
Todo esto me está haciendo engordar. Tal vez deba ir a un grupo de Comedores Compulsivos Anónimos.
A él también le gusta comer. Decentemente. Un día lo haremos juntos. Ojalá.
Tuesday, May 19, 2009
Monday, May 11, 2009
33
Ella se sienta, de noche a esperar. El está acostado, durmiendo.
Pasa un autobús, el primero de la docena de los nocturnos.
Ni ella ni él dicen una sola palabra. Es Otoño, no hace calor, hay humedad tropical.
La gente que sube y baja del autobús y entra y sale de la estación no sienten que les estorben ni ella ni él.
Con seguridad más de uno conoce a ella y saben quién es él. En un pueblo como ése las cosas se saben.
Él se mueve un poco, entre las gruesas mantas que le envuelven, ella se reclina sobre la pared y le protege así, entre la pared y su cuerpo sentado.
Llega el autobús indicado y ella le levanta con sumo cuidado.
Él ha llegado a casa, sonriendo, estuvo fuera casi todo el día, en la praderita del barrio frente al río y el puerto, acertadamente llamado "El Balcón", con más gente de la imaginada, compartiendo la celebración del aniversario 820 del Puerto: baile de aviones y barcos.
24 horas antes apenas le pesaban los 33 años. Enciende el monitor, donde hay otro monitor.
Hace 33 años nadie se lo hubiera imaginado.
Están frente a frente, es después del mediodía con ella. Es el anochecer con él. Después de "felicidades" no se dicen "igualmente". Es que casualmente en el mediodía de ella y el anochecer con él se celebra también el Día de las Madres.
Ella está sentada, fascinada, contenta; junto a ella su única hija, que le ha hecho abuela dos veces; y su hijo menor, que le dice "no cuesta nada".
Él también está sentado. Con ese monitor puede ver al otro lado del océano, en tiempo real. No hay monitor para ver ni el pasado ni el futuro en tiempo real.
Pasa un autobús, el primero de la docena de los nocturnos.
Ni ella ni él dicen una sola palabra. Es Otoño, no hace calor, hay humedad tropical.
La gente que sube y baja del autobús y entra y sale de la estación no sienten que les estorben ni ella ni él.
Con seguridad más de uno conoce a ella y saben quién es él. En un pueblo como ése las cosas se saben.
Él se mueve un poco, entre las gruesas mantas que le envuelven, ella se reclina sobre la pared y le protege así, entre la pared y su cuerpo sentado.
Llega el autobús indicado y ella le levanta con sumo cuidado.
Él ha llegado a casa, sonriendo, estuvo fuera casi todo el día, en la praderita del barrio frente al río y el puerto, acertadamente llamado "El Balcón", con más gente de la imaginada, compartiendo la celebración del aniversario 820 del Puerto: baile de aviones y barcos.
24 horas antes apenas le pesaban los 33 años. Enciende el monitor, donde hay otro monitor.
Hace 33 años nadie se lo hubiera imaginado.
Están frente a frente, es después del mediodía con ella. Es el anochecer con él. Después de "felicidades" no se dicen "igualmente". Es que casualmente en el mediodía de ella y el anochecer con él se celebra también el Día de las Madres.
Ella está sentada, fascinada, contenta; junto a ella su única hija, que le ha hecho abuela dos veces; y su hijo menor, que le dice "no cuesta nada".
Él también está sentado. Con ese monitor puede ver al otro lado del océano, en tiempo real. No hay monitor para ver ni el pasado ni el futuro en tiempo real.
Tuesday, May 05, 2009
The silence is a burden when you don't really want to talk
Para seguir pintando estrellas en mi Via Láctea sueca, el Miercoles de Pascua: Nina Persson.
Uno de mis locales favoritos, el Uebel + Gefährlich, el bunker frente al antiguo rastro, a un lado de la estacion de Feldstraße.
Se supone que James Iha colaboró en "Colonia", segundo disco de A Camp, proyecto solista (o lateral) de Nina. No sorprenden similitudes entre The Cardigans y A Camp, despues de todo la voz de Nina no es lo único que comparten. Menos musicalmente que en las letras. La escenografía tambien es compartida; recuerdo haber visto las plumas en un concierto de The Cardigans.
Nadie quiso ir conmigo (Luego supe que también fueron Sarah y su pibillo). No me preocupaba, me disponía a ir a un evento personal, casi privado, por no decir íntimo. Me paré frente a ella. A centímetros.
La voz de Nina no es una voz de la que hay que abusar. Dos amigos me dicen que les irrita escuchar 'The First Band On The Moon' completo. Ese detalle es uno de los que han hecho del primer CD de A Camp uno de los que más escucho en esta década. Tanto así que en ciertos cortes agresivos ('Hard As A Stone') tiendo a bajar el volumen. No tanto en los complejos.
El primer CD destila tristeza, agonía en casi todas partes. Me puede hacer daño escuchar 'Algebra' y 'The Same Old Song' con mucha frecuencia. El segundo es más fuerte, le dije a Nina "irónico" y ella me dijo "no me gusta la palabra ironía"; es más The Cardigans; menos country que el primero, aun con sus breves homenajes ('My America').
Nina brilla y sonríe, y mira con esos ojos emily-watsonianos mientras aplaude y canta y toca alguno de sus instrumentos y bebe agua. Vestida de negro luciendo aun más delgada, con zapatos de tacón alto luciendo más alta, sigue siendo la misma mujer de 'Song For The Leftovers' y 'Bear On The Beach'.
A Camp no es una banda de novatos, y son fieles a su sonido incluso en las rolas más complejas como 'The Crowning', 'Walking The Cow' y 'Stronger Than Jesus'; su sonido puede ser a la vez íntimo e indiscreto, puede acariciar y morder.
Al final, de negro y con tacones, estaba repartiendo firmas y fotos. La primera vez que la vi fue en un concierto de The Cardigans, esa vez ella repartia flores desde el escenario, un poco menos alcanzable.
El telonero Kristofer Åström, solo aburrió a la pareja detrás mío, cantó a dúo 'Golden Teeth And Silver Medals'.
Nina es de las favoritas, en más de un sentido. De mis cantantes favoritas, de mis rubias favoritas (las otras son Naomi Watts y Claire Danes) y de mis suecas preferidas (la otra es Lena Olin).
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