Sunday, September 12, 2010

Daifuku Mochis



Dede que tenemos el cocinador de arroz hago Onigiris casi a diario.
Y no me quise quedar con las ganas de intentar hacer mochis. O propiamente, Daifuku Mochis.

Tuve la oportunidad de conocerlos en 2007 y me encantaron. Siempre sospeché que era una cosa laboriosa o tarea interminable: equivocado. Sin embargo, es necesario indicar que no a todos les han gustado como a mí, a algunos desde la simple apariencia, a otros por la textura, a algunos por el sabor. Entonces, tal vez no sea precisamente algo para hacer sin antes haberlos probado.

100 gramos de Shiratamako (harina de arroz glutinante) o Mochiko (harina de arroz) (como no tengo báscula, he usado 1 taza)
100 mililitros de azúcar (no sé cuánto sea en gramos)
150~160 mililitros de agua
Katakuriko (fécula de papa) (suficiente para esparcir y untar).
150 gramos de Anko (pasta dulce de fríjoles rojos)

Tener listo el relleno de los Daifuku. El anko, o pasta dulce de fríjoles rojos es tradicional. Otras versiones pueden incluir frutas de temporada; es usual el uso de fresas, kiwis, mango o melón. Se puede envolver la fruta con un poco de anko, o usar simplemente la fruta. Este caso no sería únicamente debido a la falta de anko, sino que también a muchas personas simplemente no les agrada la idea de comer una pasta dulce de fríjoles (una latita de anko puede verse en la tercera foto).

En un cuenco, poner la harina de arroz (yo he usado el del cocinador de arroz), después poner el azúcar, y el agua. Mezclar con una espátula de silicona o madera hasta que los grumos casi desaparezcan.

Nota: la mezcla es básicamente insípida, solo ligeramente dulce. A la mezcla se le puede agregar algún colorante, o extracto de vainilla para el aroma. Me vi tentado a poner ron o amareto, pero no sé cómo sería el resultado.

Lo que sigue es 'cocer' la mezcla. Yo puse el cuenco en el cocinador de arroz y lo dejé cocer al vapor por casi 10~12 minutos, moviendo una o dos veces.
Se supone que se puede poner por 2~3 minutos en el horno de microondas. Una tercera opción es cocerlo a baño maría.


Mientras la mezcla se cuece, esparcir suficiente fécula en un plato grande y plano. A falta de Katakuriko se puede usar maizena.

Cuando la mezcla esté lista, una pasta traslúcida pegajosa, ponerla sobre la fécula. Lo siguiente es crear suficientes mochis. La cantidad de ingredientes permite de 8 a 10 unidades. Antes de agarrar la mezcla, untar suficiente fécula en las manos, la mezcla es realmente pegajosa.

Lo más fácil es coger la mezcla y dividirla en dos partes, cada mitad en otras dos y así hasta alcanzar la cantidad necesaria. En mi primer intento hice 10 bolitas.
Tomar cada una de las bolitas, aplanarlas y poner en el centro un poco de relleno, ya sea anko, o fruta o los dos. Cerrar hasta dar forma más o menos ovalada.
Pasar el Daifuku sobre la fécula, para evitar que se pegue a otros Daifukus o a las manos. Evitar untar azúcar glass, pues el sabor dulce puede arruinar el delicado sabor del Daifuku.


Y ya. Enfriar un poco antes de presentar.

En mi segundo intento usé colorante, extracto de vainilla, y rellené con fresa y anko. El resultado es una explosión de texturas: primero la fécula fina, después la traslúcida mezcla de harina arroz, después la aterciopelada crema de anko y finalmente la suave y erótica fresa.

Ricos, visualmente interesantes y veganos.

Honor a quien honor merece:

Tuesday, September 07, 2010

Enter The Void



(Gaspar Noé, Francia/Alemania/Italia, 2009)

Algunas obras de arte son inspiradoras. Algunas inspiraciones surgen de otras obras de arte. Supestamente Gaspar Noé se inspiró en una película, 'Lady In The Lake' (R.Montgomery, 1947, Estados Unidos) para hacer 'Enter The Void'. Los quisquillosos dicen (¿decimos?) que en realidad tuvo ganas de hacer algo similar: contar una película de forma subjetiva. Dado el resultado, es fácil imaginarse que otra fuente de inspiración fue el vídeo 'Smack My Bitch Up' de Jonas Akerlund para The Prodigy. Si hubiera visto 'Stay (I Missed You)' de Ethan Hawke para Lisa Loeb/Nine Stories, tal vez hubiera usado lubricante para entrar al vacío.
Oscar y su hermana viven en Tokyo; él vende drogas en su tiempo libre, ella es bailarina, stripper; tras la muerte de Linda, Oscar regresa para cuidarla. Que una historia se puede contar de mil maneras no hay duda, pero de Gaspar Noé es mejor esperar algo que puede perturbar no solo la mente, sino también los sentidos, hasta donde llega el cine, cuando menos la vista y el oído.
Oscar tiene algunos amigos, Victor y Alex; éste último le regala un libro, el Libro Tibetano de los Muertos. Oscar duerme en un edificio en Tokyo, sale a la calle, se mueve en el submundo de la ciudad, y le gustaría ver a la misma desde arriba. A Linda le da miedo. No es hasta que Oscar muere y está en la búsqueda del camino de regreso para estar cerca de su hermana cuando puede ver la ciudad como desea realmente verla; no es voyeurismo, pues eso es demasiado simple. Aunque sería bueno que las paredes de algún Hotel de Amor fueran transparentes, pues vería así a sus amigos cogiendo. Tal vez hasta sea posible ver a los personas desde dentro. El viaje de regreso puede recordar a los viajes bajo efectos químicos.
La subjetividad de Oscar abarca desde su infancia hasta su muerte y más allá. En el mundo real y en el químico y más allá. 'Enter The Void' parece al inicio una apología al consumo de químicos. Algunas imágenes eclipsan el morbo, como las inquietantes tetas de la actriz Paz De la Huerta y el close up de un aborto. La banda sonora y los excesos de imágenes estroboscópicas pueden resultar molestas, y no aptas para epilépticos. Las secuencias interminables y sin cortes son una proeza visual, merecedora de respetos y de premios, pero a lo largo de 160 minutos parece más un reclamo.

(Click en la imagen para ver el Making-of)