Lanzarote

Una cosa quedó clara después (o durante).
La más oriental de las islas Canarias, que me atrajo a través de Jens: "es como Islandia, pero caliente".
Michel Houllebecq ya había hablado de sus paisajes lunares (o marcianos) en su novela corta. Y en "La Posibilidad De Una Isla" es referida.
Siguiendo con más literatura de élite, me atreví a preguntar dónde vive José Saramago. Me dijeron "en el Municipio de Tías", no muy lejos de donde nos alojamos. Más no pregunté. Mejor es saber dónde más o menos que conseguir exactamente el punto donde el Nóbel se encuentra y no ir; peor es ir y acabar de mal humor por lo que sea. Un toque de incertidumbre aderezada.
La isla no es muy grande, sospecho dos veces Cozumel. Arrecife, la capital, tiene un casco pequeño. Teguise fue la capital por mucho tiempo. Los trabajos de César Manrique, escultor predilecto, están casi en todas partes, como si se hubiera encargado de poner la isla en el mapa mundial de visitas obligadas antes de morir. Ahora más Almodóvar con sus "Abrazos Rotos".
Le dije a Jens que no me quiero sentir obligado a visitar cada uno de los rincones mercadotecnizados nomás aterrizar. Me decidí por Timanfaya, el Mirador y los Jameos del Agua.
Fuera de eso, el rincón conocido como El Golfo fue tal vez el que más me gustó. Es que una cosa quedó clara: el envidioso es hombre de ciudad. Y se sorprendió a sí mismo en El Golfo escudriñando las negras arenas en busca de piedritas de Olivana: consiguió un pequeño puñado.
La comida es mención aparte. Nomás regresar a casa las papas arrugadas y el mojo verde se convirtieron en una necesidad saciable: es tan sencillo!
Quisiera regresar a Lanzarote, tal vez y me anime a pedir la dirección exacta de Saramago. También visitar más Canarias, como La Palma de Carlitos o la Gran Canaria de Alberto. Mientras tanto disfruto de smog y papas arrugadas con mojo verde.